El apartamento estaba limpio, pero olía fatal (como a cuadra). El olor no se fue en los dos días que estuvimos a pesar de tener las ventanas abiertas y comprar un ambientador. Había leído las buenas opiniones ("como en casa" decían algunos) que le hacían valedor de "alojamiento recomendado" y no esperaba encontrarme con un miniapartamento de 25-28 metros cuadrados interiores útiles. La cocina no tenía horno, la placa era de dos fuegos, la nevera pequeña (bajo la encimera), el menaje escasísimo (3 platos hondos, 5 llanos, 4 tazas...) Había leído que estaba bien equipado, pero en la cocina los extras eran una cafetera, un escurridor de pasta y un exprimidor. Llevo muchos años haciendo turismo rural, y quizás es que siempre había tenido mucha suerte, porque es la primera vez que en la cocina no encuentro un paño, un rollo de papel, un salero... Si se despliega la mesa para comer, resulta muy complicado poder pasar por la cocina. La zona de salón era tan estrecha que alguien de 1,8 podía estar sentado en el sofa y apoyar (no digo que lo hiciera) los pies en el mueble de la tele. Si se habría el sofá cama, se comía todo el salón. El dormitorio no tenía armario y las camas hacían ruido cuando te sentabas en ellas o te dabas la vuelta. Había cuna disponible que no solicitamos a pesar de ir con un niño pequeño porque no encontramos dónde ponerla sin tapar alguna puerta, bastante nos había costado encontrar sitio para las maletas. El apartamento (al menos éste de la planta calle) y la zona de la entrada de la casa eran oscuros, casi lúgubres, a lo que contribuía el hecho de que las lámparas tuvieran únicamente la mitad de las bombillas; incluso encendidas parecía que estábamos en penumbra. En fin, que para mí el "encanto" es algo más que unas vigas de madera, y el "ideal para familias" no es sólamente tener una trona de IKEA. La amabilidad y buena disposición de quién me entregó las llaves no puede cambiar mi opinión de este alojamiento.